Al principio de los tiempos, cuando no había nada, ni nadie, ni luz, ni agua, ni suelo, ni aire, ni fuego, en el medio de la nada, flotando sobre el espacio vacío, estaba el león envuelto. Él dormía sin soñar. De repente se desperezó y pensó en lo solo que estaba. Automáticamente, mientras se imaginaba un mundo, fueron apareciendo planetas, estrellas, marcianos de diferentes planetas, pero no eran buenos compañeros, eran violentos y discutían.